Está tan claro el doble rasero arbitral juzgando los contactos, es algo intrínseco en cada duelo ante los dos 'poderosos', que la actuación de
Mateu Lahoz no podrá justificar nunca el equivocado planteamiento de
Jorge Sampaoli, quien quería quitarle la pelota al
Real Madrid y no midió las consecuencias que tendría un fracaso en su plan. La posesión fue monopolio local y jugadores como
Ganso y
Nasri no están hechos para correr detrás de la bola sin apenas rascarla.
Ya antes de partirse en dos el equipo y de que los blancos ganasen metros con insultante sencillez, sorprendió la inclusión del brasileño en un 1-4-1-4-1, algo escorado a la derecha -lo que facilitaba las subidas de un
Marcelo al que no lograba tapar y que, al mismo tiempo, impedía que subiese
Mariano-, con
Iborra, el galo y
Vitolo acompañándoles en la segunda línea. Se quedaba como único pivote
N'Zonzi, a quien Zidane había preparado una emboscada.
Con una presión muy adelantada,
Modric y
Kroos taponaban al franco-congoleño y al
Sevilla le costaba un mundo sacar la pelota jugada. El rival obligaba a que esa tarea la asumieran los centrales, mucho menos fiables, como demostraría
Mercado con un grave error que
Casemiro aprovechó y que James transformó en el primero de los tres goles que se llevó antes del descanso un
Sevilla sin intensidad, con graves fallos de marca (Varane remata solo en el 2-0) y que dejó tan desvalidas las bandas, que siempre defendía en inferioridad numérica. Para colmo de males, tampoco tuvo acierto arriba, pues
Iborra y
Vitolo fallaron con la portería vacía y
Correa malgastó varias ocasiones claras que
Vietto y
Ben Yedder vieron desde el banquillo.
Sampaoli reconoció su error y cambió a
Sarabia por Ganso en el descanso y a
Kranevitter por Iborra poco después, pero el guion fue el mismo, sólo que con un Madrid ya empachado y menos voraz.