Más allá de que el no nombramiento de
Merino como técnico de pleno derecho del primer plantel verdiblanco me parezca un acto de locura por parte de la nueva cabeza visible del club, teniendo en cuenta que el
Betis del linense ha ganado de manera consecutiva los cuatro partidos de
Liga que ha disputado y no ha encajado ni un sólo tanto, sí tengo claro que los nuevos rectores verdiblancos aciertan confiando de nuevo en
Pepe Mel. Y no porque el madrileño repita por activa y por pasiva su beticismo o porque considere que vaya a emular la racha de Merino, que al fin y al cabo es lo que le hace falta a los de Heliópolis para conseguir el tan ansiado ascenso a
Primera división. Por una cosa mucho más sencilla; un aspecto más de andar por casa. Es decir, simple y llanamente porque era la solución más sencilla; la que solicitaban los béticos, la que exigía la grada. Y así, si no sale bien, pues como Pilatos; la culpa es del otro.
Y es que por frío que suene, es así de simple. El bético de a pie, el que hace ruido y protesta cuando los resultados no van bien, no podrá reprocharle nada a la planta noble si el Betis no acaba ascendiendo a final de temporada, ya que la responsabilidad sería de Pepe Mel, el ‘salvador’ demandado por el vulgo.
El problema, o el “fregado”, como él mismo avisó durante su presentación, lo tiene Mel, quien, a mi juicio, se equivoca retornando a un Betis hundido al que sólo su discurso verdiblanco le ata: “El corazón no me permite decirle no al Betis”. ¿Cómo iba a negarse a firmar por el equipo de sus entrañas? La afición no iba a entenderlo y eso, viviendo en Sevilla, es muy difícil de digerir en el día a día. ¿El problema? Que todo no salga a pedir de boca -esperemos que no sea así-. Entonces, llegarán los lamentos, las filtraciones y se empezará a hablar de ‘refuerzos’ solicitados y no llegados.
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