No pudo ser, se esfumó el sueño. Resultó imposible, pero el
Sevilla, con su fútbol, lo hizo probable. Consiguió que el
Bayern no fuera el de siempre en el
Allianz Arena, que no tomara la iniciativa, y evitó que los de
Heynckes salieran en tromba desde el inicio, como acostumbran como locales. Con los bávaros más abiertos que en la ida, los de
Montella consiguieron hacerse con el balón, defendiendo con el esférico en los pies y aguantando a un
Bayern supervertical que con sólo un pivote defensivo en el centro necesitaba muy poco.
Fue
Éver Banega quien le dio criterio y equilibrio al fútbol sevillista, que hacía aguas en la presión alta y escalonada que practicaba. Un
Sevilla que controlaba el partido, pero que no llegaba con claridad, siendo el
Bayern, con mucho menos, el que daba sensación de algo más de peligro. Especialmente a partir del minuto 35, cuando los de
Heynckes le pusieron una marcha más al partido, presionando arriba, conscientes de que se les esfumaba la primera mitad y que los de
Nervión se les estaban subiendo a las barbas. Aguantado el empate a cero hasta el descanso, la idea luego era ir a por el gol. Y así fue, aunque no llegó.
El
Bayern le imprimió más ritmo, encerrando a los de
Montella, que a la hora se lanzaron a por todas y estuvieron cerca de conseguirlo con un cabezazo de Correa al larguero y un tiro lejano de
Banega. En el epílogo, toda la pólvora arriba:
Muriel,
Sandro,
Nolito,
Correa... Pero eran el
Bayern y el
Allianz Arena. Un
Sevilla que 'muere' haciendo historia en
Europa y que deja una imagen envidiable, esa que todos los sevillistas quieren ver ahora en
LaLiga.