"Lo peor está por llegar", esa es la conclusión a la que llega uno (y lo que le transmiten) cuando llama a las diferentes puertas que rodean a la entidad nervionense y sondea la actualidad de un equipo cuyos cimientos se tambalean en lo deportivo desde que se marchó
Monchi, única figura capaz de darle estabilidad a una sociedad que lleva varios años sumida en una guerra accionarial que, inevitablemente, ha ido debilitando al club.
Sin director deportivo desde que hace poco menos de un mes se destituyó a
Óscar Arias en busca de un cambio ¿en lo deportivo? (algo que a la postre sólo llegó cuando una semana después se echó a Montella y volvió a su casa Caparrós), todos coinciden en lo mismo: la falta de criterio o sentido común a la hora de tomar decisiones y de marcar objetivos reales para el club.
Habiendo hecho historia en
Champions, donde se ha llegado por primera vez (bajo el actual formato) a cuartos de final, habiendo alcanzando la final de la
Copa del Rey (en la que, eso sí, se cayó de manera vergonzosa, y sin competir, frente al
Barça) y habiendo conseguido su decimocuarta clasificación europea en las últimas quince temporadas (como séptimo, con tres rondas previas), la campaña del
Sevilla, irónicamente, se ha percibido por el sevillismo como un auténtico fiasco.
¿Ambición o falsa ilusión? Y es que quizá, ahí, es donde reside el problema del
Sevilla, club que, de los tres últimos años que se ha clasificado de manera consecutiva para la
Champions, sólo lo ha hecho en una de ellas de manera directa, siendo las otras dos como campeón de la
Europa League. Es decir, que este curso, en el que ha habido tres entrenadores y se ha despedido al director deportivo, se han cumplido con creces los objetivos en dos de las tres competiciones en juego, pues ganar la
Copa (sí luchar por la final) no puede ser -por ahora- una obligación en Nervión, que ha visto a su equipo imponerse al
Manchester United en Old Trafford y haber aguantado el tipo en
Anfield y el
Allianz Arena, que no son, precisamente, moco de pavo.
En
LaLiga, con los dos grandes a años luz y el
Atlético de Madrid a más del doble de presupuesto, el
Sevilla se aferra a la cuarta plaza a modo de obligación, o lo que es lo mismo: ganar 'la otra liga'. Eso, sin tener en cuenta que el
Valencia ya ha vuelto de su discurrir por el desierto, que el
Villarreal sigue ahí o que el
Betis ha vuelto a hacer bien las cosas... Ahí, precisamente ahí, es donde coinciden todos que radica la desazón sevillista, pues el curso que viene no habrá
Champions y, en el mejor de los casos (hay tres rondas previas por disputar antes) sí una
Europa League en la que estará 'obligado' a ganar su sexto título. En Copa, emular lo hecho este año y, como mínimo, alcanzar nuevamente la final; en
LaLiga, pues ser nuevamente cuartos. Todo lo que no sea eso... ¿Otro fiasco?
"Lo peor está por llegar", avisan. A no ser que
Caparrós sea capaz de imponerle a esta entidad el sentido común que parece haber perdido. En cuatro jornadas, al menos, el utrerano ha demostrado ser capaz de muchas cosas. Confío en ello.