Opinión

Nuestra forma de entender la vida

Álvaro PalomoÁlvaro Palomo
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Nuestra forma de entender la vida
La opinión de Álvaro Palomo. - Álvaro Palomo / @apalomoED
Los nervios instalados en el estómago desde primera hora. Ese cosquilleo que crece con el paso de cada minuto. ¿Cuánto queda para el derbi? Se mira el reloj (o el móvil) una y otra vez. El tiempo transcurre lento. Y esa sensación propia de un sentimiento profundo aumenta a la misma velocidad que se especula con lo que sucederá en el partido que prácticamente monopoliza la atención de una ciudad entera. Las camisetas preparadas para presumir de ella. Y si hace falta, bufandas y banderas. Las calles de Sevilla sólo respiran derbi. Mareas de pasión en cualquier rincón. Familias enteras que se reúnen para sufrir o disfrutar juntos. Colores distintos bajo el mismo techo. Un padre bético y un hijo sevillista. Un matrimonio dividido por la bendita idiosincrasia de una Sevilla fraterna y cainita, que separa durante noventa minutos lo que ha unido la vida, y que luego lo vuelve a unir con guasa de por medio. Gemelos que se parecen en todo menos en el escudo que le late en el pecho. Generaciones enteras con un mismo palpitar y otras intercaladas de ‘ovejas negras’ a las que la llamada de su equipo ha superado la tradición. Porque en el derbi nada se encuadra dentro de la lógica, porque lo que lo mueve procede de las entrañas, del lugar donde se fabrica el nerviosismo al despertar para aquel que pueda conciliar el sueño en vísperas del partido de los partidos.

20 meses de espera. Huérfanos del verdadero sentido de la rivalidad. De la chispa futbolística que prende en cada esquina, en cada barra de bar, en torno a cualquier mesa de cualquier familia. Si alguien saca el tema, la conversación se eterniza. Ahora todo el mundo habla del derbi. Hay que hablar de él para satisfacer a las ‘mariposas’ de la barriga. Monopoliza el instante. Hasta los silencios. Reflexión. Oraciones incluso. ¿Cuánto queda para el derbi? Otra mirada al reloj (o al móvil). El bético y el sevillista no puede más. Necesita el pitido inicial. Y el final si libera su euforia contenida. Todo listo. En el Benito Villamarín. Delante de la tele de casa. En un bar. Donde sea. Sevilla se detiene. Respiración contenida. Había ganas de sentirlo aunque el miedo a perder recomiende lo contrario. Porque Sevilla es más Sevilla con su derbi. Y forma parte de su esencia, de nuestra particular manera de entender la vida. Los que vienen de fuera quizás no lo comprendan pero reconocen que nunca han visto nada igual. Porque realmente no lo hay. Porque lo que brota de dentro es inimitable. Y es nuestro. Vamos a disfrutarlo. Que ya empieza.
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