El análisis del Spartak-Sevilla

El problema de no conocerse

Álvaro PalomoÁlvaro Palomo
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El problema de no conocerse
Nolito intenta zafarse de la presión de dos rivales. - Álvaro Palomo
La indefinición deriva en desorden y las rotaciones sin control en una ausencia de conjunción que repercute en el entendimiento con el balón y sin él, e, incluso, también en la intensidad de futbolistas conscientes de que entrarán en turno más allá de su rendimiento.

Este Sevilla no compite ante la adversidad. No gana ningún balón dividido. Y no sabe exactamente a lo que juega. Berizzo habla de un estilo del que sólo se ha llegado a apreciar una solidez que ha desaparecido. Su equipo arrastra desde el principio un déficit en la generación de espacios en estático que apenas ha minimizado con el paso de los partidos, con escasa fluidez y agilidad de movimientos para desarmar al rival.

Con Banega mejora un ápice pero ayer no marcó la diferencia y lo acusó la precisión en el pase, con pérdidas que descubrieron un agujero en la contención a la hora del repliegue, desorganizado y con demasiado campo por cubrir para Pizarro. Las transiciones fallaban y quedó patente en el 1-0. Era lo que quería el Spartak ante un Sevilla con el balón, pero cuyas posesiones, sin ideas en tres cuartos, sólo adquirían una marcha más cuando Nolito arrancaba de fuera hacia dentro para enseñar las lagunas de una zaga rival endeble.

El protagonismo ofensivo se convirtió en coral en la reanudación, con más vías para penetrar y recursos en la zona de influencia para generar múltiples ocasiones, pero su inocencia en las áreas, donde se deciden los partidos, le atenazó de nuevo y recibió una lección de efectividad del Spartak, letal en cada uno de sus contragolpes. Todo lo contrario que un Sevilla inofensivo que marró una clara antes de recibir los golpes moscovitas, uno tras otro ante la mirada de una defensa y un sistema completamente descompuestos.
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