Ganso o el arte de que pasen cosas

Álvaro PalomoÁlvaro Palomo
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Ganso o el arte de que pasen cosas
- Álvaro Palomo
Lo bonito del fútbol es que pasen cosas. Que sobre el verde se pueda esperar lo inesperado y exista la capacidad para alterar el libreto con un golpe mágico de batuta. Justamente lo que precisaba un Sevilla plano y lo que aportó un genio que se pasa demasiado tiempo en el banquillo o en la grada. Ganso es Ganso. Un toque distintivo. Una idea en la mediocridad. Un futbolista al que algunos califican de otro tiempo cuando realmente su seda dignifica a un fútbol de hoy tan supeditado al físico y al sacrificio defensivo, y que merece un mayor protagonismo, sobre todo porque se lo ha ganado con números: cuatro goles y tres asistencias en 600 minutos. Ayer volvió a hacerlo. A su ritmo, veloz en la mente, casi poético con el esférico, con la jugada diseñada  antes de recibir y haciendo jugar a sus compañeros. Cada aparición es para sumar: anoche, pase filtrado a los pocos segundos, dos remates, asociación y gol para empatar. Uno más. Ahora ya en todas las competiciones. No hay que entenderlo. Hay que disfrutarlo.
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