Berizzo, acusado de no encontrar soluciones para las numerosas deficiencias de su equipo, se atrevió anoche con un giro en su planteamiento con el fin de sobreponerse a las bajas y contrarrestar las virtudes de la
Real con la acumulación de hombres por dentro. Para ello, sacrificó un costado con la entrada de
Krohn-Dehli, con la consigna de colaborar en la circulación y de ayudar en la resta, y situó a
Sarabia en la izquierda, aunque también con cierta tendencia al centro.
La idea naufragó por el evidente déficit a la hora de cubrir espacios, tanto en el centro, por donde el danés sólo aparecía cuando se recuperaba el esférico, como por las bandas por la ausencia de coberturas para los laterales, superados en ambos casos y con una autopista a sus espaldas. Una vez más se percibió ausencia de trabajo en conceptos básicos, lo que exhibe las carencias individuales, como ocurre con
Pizarro, solo en una batalla que no podía ganar.
Tampoco mejoraba en la posesión, demasiado plano y sin chispa a pesar de que
Banega y
Ganso la buscaban para subirla, por lo que, de nuevo, se aferraba a un destello de calidad que llegó con
Ben Yedder al borde del descanso. El tanto fue un impulso que reforzó
Berizzo con un paso al frente en la presión causante de errores en la salida de la
Real.
Lo planteado funcionó unos minutos, con mayor presencia en campo contrario, pero la carencia de contundencia nunca le abandona y la
Real la aprovechó cuando estaba contra las cuerdas para agravar la crisis de un
Sevilla tan blando como frágil y descabezado. El problema va más allá de los jugadores.