Montella ha entendido que para reconstruir al
Sevilla y brindarle entidad de equipo debe comenzar por lo básico, por minimizar la fragilidad sin balón para frenar la hemorragia. Problema para el que la plantilla no le ofrece una materia prima de garantías, por lo que ha optado por arroparse con la consigna de juntarse de cara a erradicar la zona muerta entre la media y la zaga que tantas facilidades ha otorgado a los rivales en este curso.
Así, los nervionenses se defendieron en el
Wanda con dos líneas de cuatro con el '
Mudo' y
Muriel descolgados, tratando de sincronizar los movimientos de modo que la zaga daba un paso al frente cuando lo hacía la medular, y al contrario en el repliegue.
Idea potenciada por la intensidad que tanto se añoraba en este
Sevilla, lo que permitía recuperar y romper a la espalda colchonera, si bien los de
Montella no se limitaron simplemente a contragolpear. De hecho, no rehuyó la posesión y mostró mejoría en la circulación. Se percibió la verticalidad que persigue el técnico italiano, con los toques justos, pases al espacio y aperturas a banda para aprovechar las subidas de los laterales.
También se apreció un mayor atrevimiento en tiros de larga distancia como alternativa y coberturas con el esférico para corregir a los compañeros. Sin embargo,
Montella tardó en reaccionar a los cambios de
Simeone y el equipo acusó esa diferencia de frescura, lo que terminó en el 1-0, aunque, uno de sus movimientos, la salida de
Navas, propició el empate y la calidad de
Correa premió el crecimiento de un
Sevilla que aparca la crisis con un triunfo de 'campanillas' y con apariencia de catarsis. Hay vida.