Lo peor de la derrota siempre suele ser el resultado, porque al fin y al cabo es lo único que vale, pero tal vez por el momento en que ha llegado lo peor ayer fue la sensación de que, precisamente, ese resultado podía llegar, de que el colista era mejor y de que, durante gran parte del partido, estaban a merced del hasta ayer peor equipo de Primera. Y eso antes del partido más importante de la temporada. Mal asunto.
O tal vez no. Porque lo que hoy es tristeza puede convertirse en estímulo para lo que viene y puede servirle a Mel para presionar a los suyos, aunque haría mejor él en presionarse a sí mismo y hacer un poco de autocrítica. El Betis desperdició una primera parte en la que no apareció, los esperados cambios que pudieran cambiar el panorama no llegaron hasta los diez últimos minutos y, de ellos, sólo Vadillo parecía con sentido. Su equipo buscó el empate y eso no siempre sale bien.
Antonio José Medina
