Aunque parezca contradictorio con lo que siempre dicen los protagonistas y se dice en general, a muy pocas personas les gusta un derbi. Al menos, antes de que éste se juegue. A los jugadores y directivos por el desgaste que supone y la presión a la que están sometidos, y a los aficionados, por el temor a perder y lo que ello conlleva en esta ciudad. Pero además, la situación en la que llega éste le hace ser posiblemente el peor de todos. El Betis aterriza tras mes y medio sin ganar, con su técnico puesto en el disparadero y con más ganas de centrarse en salvar el año liguero que en una Copa en la que tiene pocas esperanzas. El Sevilla, muy criticado por su temporada lejos de Nervión, la peor desde el último descenso, y con muchas dudas tácticas. Y ambos, sin la posibilidad de mirar hacia otro lado y reservar fuerzas porque sus aficiones y el enemigo que tendrán enfrente les obligan a ganar. Vencer puede tranquilizar a las ´fieras´ y ganar tiempo para salir de sus respectivas situaciones. Perder puede significar entrar de lleno en una crisis sin horizonte, especialmente en un Betis que tiene poco a que agarrarse. Pero también en un Sevilla que parte como favorito. Digan lo que digan, este derbi lo disfrutarán pocos y lo sufrirán todos.
Antonio José Medina
