La crónica de un descenso anunciado

El 'annus horribilis' del Betis

El infortunio con los colegiados ha acentuado una crisis deportiva en la que los deméritos propios fueron el caldo de cultivo principal.

El 'annus horribilis' del Betis
Los jugadores béticos se lamentan tras la eliminación en el derbi europeo por penaltis. - M. H.
Óscar MurilloÓscar Murillo 5 min lectura
La derrota del Domingo de Ramos ante el eterno rival condena ya irremisiblemente al Betis a Segunda división, a la espera sólo de certificarlo en las próximas jornadas. Es la crónica de un descenso anunciado, que exige un profundo análisis para obrar una regeneración completa en todos los estamentos del club. De momento, ya hay nuevo presidente, Manuel Domínguez Platas, y un administrador judicial, Francisco Estepa, que elegirán en breve a un director general o gerente y al sustituto de Vlada Stosic al frente de la parcela técnica. Será este último, seguramente, quien se reúna con Gaby Calderón y, en definitiva, el que determine si el argentino es el más adecuado para encabezar la ‘operación retorno’ o se recluta a otro entrenador.


El siguiente paso será el de realizar una intensa criba en la plantilla, porque es obvio que la planificación ha fallado en todos sus extremos. Ocurrió en verano, cuando se fichó a granel y se desdeñó la calidad, salvo en contadas excepciones (Verdú, Juanfran) que respondieron de manera discreta. Después, la destitución de Mel por los malos resultados debe considerarse prematura, pero, encima, acabó con la protección que el madrileño aportaba a un plantel que empezó a heredar las secuelas de la inestabilidad institucional que sufre el Betis desde hace prácticamente cuatro años.


A la hora de buscar las causas del fiasco en verdiblanco, no se puede obviar que los colegiados no han ayudado precisamente al conjunto hispalense. Antes al contrario, el agravio es patente, hasta el punto de que alrededor de una decena de puntos habría volado de su casillero merced a las decisiones erróneas de los árbitros. Ningún rival de Primera puede lamentarse de una afrenta parecida. Obviamente, escudarse en este factor para justificar el cataclismo deportivo supondría un juicio a medias. Ni siquiera añadiendo la plaga de lesiones o el infortunio en algunos encuentros, ya que se trata de elementos propios del juego, parte de ese margen de maniobra en el que se mueven todos los clubes. La conclusión es que los fallos propios han sido su condena.


Agravios: Los árbitros le han perjudicado más que a ningún otro equipo. Los medios especializados cifran entre nueve y trece los puntos que habría dejado de sumar el Betis por las decisiones erróneas de los colegiados esta temporada. Especialmente graves las cometidas ante Celta (primera y segunda vueltas), Villarreal, Athletic y Rayo Vallecano. Objetivamente, se trata de un empujón importante hacia el pozo para los heliopolitanos.


Planificación: Revolución fallida en verano y reacción tardía en invierno. El Betis, entre cedidos que se fueron, la venta de Beñat y los canteranos a los que no logró retener, cambió medio equipo en verano, cuando prefirió cantidad a calidad. El club destituyó a Vlada Stosic a unos días del mercado invernal y, sin director deportivo, realizó tres fichajes de nivel, gastando mucho dinero y cuando ya se habían jugado varios duelos directos.


Fiascos: Pésimo rendimiento de quienes debían llevar los galones. Joan Verdú puede ser el caso más paradigmático. Llegó libre, pero el Betis le firmó por cuatro años y le ofreció su tope salarial. El catalán nunca fue decisivo ni asumió su rol de ‘crack’.


Rubén y más: El infortunio, aliado con la inoportunidad en las lesiones. Los verdiblancos tuvieron que arrancar sin su jugador-franquicia, que no estuvo a su nivel hasta la segunda vuelta. Además, la enfermería ha llegado a tener hasta una docena de integrantes a la vez.

Caos societario: La plantilla, por vez primera en cuatro años, permeable. Sin Mel y su paraguas, los profesionales han notado la inestabilidad institucional, que no ha cesado, en realidad, desde 2010. La marcha de Bosch por asuntos no del todo claros fue la gota que colmó el vaso.
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