Hay béticos capaces de jugarse su patrimonio personal por el bien del
Betis. Nadie lo esperaba, pero existen. Siempre han sonado los mismos nombres para la compraventa de acciones y extendida estaba la sensación, por una parte, de que unos buscan poder sin rascarse el bolsillo; y por otra, el convencimiento de que nadie va a poner un duro, o un euro para ser exactos, en un
Betis judicializado y tan complejo en su inestable e incierto reparto accionarial.
José Miguel López Catalán ha roto el molde y ha generado un soplo de esperanza en el beticismo.
Por sus actos le conoceremos en los próximos días o semanas, pero ya hay datos que hablan muy bien de él. De entrada, hay que ser muy bético y tener un gran poder de convicción para que la señora esposa le deje poner 450.000 euros encima de la mesa para comprar acciones del
Betis. 75 millones de las antiguas pesetas, que se dice pronto. ¿Te has vuelto loco
José Miguel? El
Betis cariño, el
Betis.
También es seguro que no es un ´
Oliver de la vida´, con todas las connotaciones negativas que ese nombre despierta.
José Miguel no es testaferro de ninguna sombra oscura y poderosa. Quienes conocen a este joven empresario, de tan sólo 44 años, hablan muy bien de él. Hombre sencillo, trabajador y cercano que, además, es miembro de la comisión ejecutiva de la
Fundación Heliópolis desde que llegó a su presidencia
Julián García de la Borbolla.
Viene, en principio, limpio. No está contaminado y, por tanto, puede cumplir un papel crucial como llave que facilite consenso entre las distintas asociaciones que buscan el bien común del
Betis y, sobre todo, cumpliría las condiciones para que el administrador judicial
Francisco Estepa le abra la puerta a la hora de participar en las decisiones del club.
De entrada,
López Catalán anuncia que se va a sentar con
Estepa y con el resto de accionistas para estudiar el plan que hay diseñado para el
Betis y en qué puede ayudar, y se refiere a una afición a la que hay que levantar, animar y unir. Conceptos tan básicos, expresados con tanta sencillez, que suenan a gloria en tiempos de zozobra.
Su compra, por otra parte, evita que
Manuel Castaño o
Ruiz de Lopera sigan acumulando poder accionarial. Tal vez haya sido el último servicio prestado por
Rufino González al
Betis. Habrá quien le reproche que haya vendido las acciones casi al doble de su valor, a 110 euros, una cifra nada despreciable en los tiempos que corren y con el
Betis en
Segunda división; pero al menos, las ha vendido a una apuesta de futuro y ha facilitado un nuevo escenario accionarial que puede ser beneficioso para el nuevo
Betis que todos esperan.
Rufino siempre estuvo ahí, pegadito a
Lopera, pero en muchas ocasiones mostró un sentido crítico del que carecía la mayoría de consejeros.
Hablamos tan sólo de un 3´8 por ciento del capital social del club, que es nada o mucho, según se mire. Su paquete iría unido al que acumula la
Fundación Heliópolis, por lo que ya alcanzaría, aproximadamente, un 6 %, capital suficiente, por ejemplo, para solicitar un junta de accionistas extraordinaria. Una alianza con el 6 % de
PNB (
Por Nuestro Betis) y con el 3 % de
BPV (
Béticos por el Villamarín) les podría situar con el 15 % del capital, aproximadamente, que ya es una cifra considerable teniendo en cuenta que más del 30 % de las acciones que posee
Lopera aún están pendientes de fallo judicial.
Si finalmente el
Juzgado de lo Mercantil 1 de Sevilla determina que
Lopera compró esos títulos con dinero del club -fallo que debe conocerse este mismo año- esas acciones volverían a la entidad y, en función de cómo se distribuyan, podríamos encontrarnos con un escenario completamente diferente al actual. Todo es complejo, complejísimo, pero es evidente que el valiente paso de
López Catalán trae aires de cambio.