Un año para olvidar. Así podría resumirse cómo ha sido este 2014 para el
Betis, que ha vivido 12 meses tremendamente convulsos y plagados de cambios. No en vano, durante estos 365 días han pasado por la entidad tres presidentes (
Guillén, Domínguez Platas y Ollero), dos directores deportivos (
Sergio Fernández y Alexis Trujillo), otros tantos administradores judiciales (
Bosch y Estepa) y hasta cinco entrenadores (
Garrido, Calderón, Velázquez, Merino y Mel).
Y todo eso sin entrar a analizar los movimientos de una plantilla que nunca dio la talla en
Primera, puesto que pese a reaccionar gracias a los fichajes invernales (
Adán, N'Diaye y Baptistao), nunca fue capaz de salir de una última plaza desde la que se certificó matemáticamente el descenso a finales de abril. De hecho, el equipo únicamente supo plantar cara en la
Europa League, donde se metió en octavos, ganando el primer '
Euroderbi' en el Sánchez Pizjuán, diciendo adiós sobre el césped del
Villamarín, cuando el eterno rival, que a la postre sería campeón, certificó su eliminación desde el punto de penalti.
A partir de ahí, y mientras la grada esperaba cambios, se comenzaron a repetir los mismos
errores del verano anterior, perdiendo muchísimo tiempo en la planificación. Se tardó demasiado en reforzar al equipo e, incluso, se dejaron sin apuntalar zonas como el centro de la zaga o la medular, deparando unas carencias que sólo la puntería de
Rubén Castro supo maquillar al inicio de temporada. Así, no es de extrañar que pronto la grada desconfiase de
Velázquez y pidiese su salida.
Ésta se demoraría hasta la derrota contra el
Alavés, que dejó el ascenso directo a ocho puntos. Su relevo transitorio fue
Merino, que a base de intensidad y efectividad firmó un 12 de 12 que dejó el liderato a tres, allanándole el camino a un
Pepe Mel que vivirá el domingo su reestreno en el banquillo bético con un único objetivo: lograr que el 2015 sea de Primera.