Vilarchao no se recupera

Dos años de pesadilla sin que suene el despertador

Las complicaciones de una fractura de tobillo que se hizo el 22 de enero de 2013 le han obligado a pasar tres veces por el quirófano, conduciéndole a un callejón de dificilísima salida.

Dos años de pesadilla sin que suene el despertador
El joven vizcaíno lleva dos cursos en blanco - J. Julián Fernández S.
José JuliánJosé Julián3 min lectura
Ayer se cumplieron dos años desde que arrancó la pesadilla de Eder Vilarchao. Porque el 22 de enero de 2013, en una sesión de entrenamiento en La Cartuja, el vizcaíno se rompió el tobillo izquierdo, una lesión que, en principio, iba a dejarle sólo tres meses fuera de combate, pero que, sin embargo, truncaría definitivamente su meteórica irrupción en la primera plantilla.

No en vano, el de Santutxu, fichado para el filial en verano, había debutado junto a los mayores apenas una semana antes, frente al Levante, y dejó tan buen sabor de boca que fue titular en Copa ante el Atlético. En total, 96 minutos que invitaban al optimismo y que, incluso, motivaron que se le renovase por tres temporadas más, teniendo dorsal a partir de la 13/14.

Sin embargo, su tobillo determinó lo contrario. Volvió a los entrenamientos en mayo, pero las sensaciones nunca fueron buenas. El dolor no desaparecía y, en julio, se vio obligado a pasar otra vez por el quirófano. De nuevo, se dijo que reaparecería en tres meses, pero el tiempo pasó, los problemas persistieron y tuvo que ser operado por tercera vez en abril de 2014.

Sea como fuere, Vilarchao no se rindió. Acortó sus vacaciones para recuperarse y llegó a la pretemporada con ganas de ganarse un puesto. Así, fue al ´stage´ de San Pedro del Pinatar, donde, incluso, llegó a sentirse futbolista, participando en los amistosos contra Brighton, Cartagena y Elche. No obstante, le faltaba ritmo y Velázquez le descartó. Para colmo, su contrato le impedía volver al filial, por lo que todos sus esfuerzos se centraron en buscar una salida. A punto estuvo de ser con destino al Racing, pero su cesión se frustró a poco del cierre del mercado. Aunque todavía le quedaba la opción de encontrar equipo fuera de plazo, al no haber tenido ficha en más de una temporada. Entonces apareció la Ponferradina, que tampoco arreglaría las cosas. Con todo ello, el vasco encadena dos años de auténtica pesadilla, entrenándose aparte a la espera de que algún equipo le haga hueco y logre que suene el despertador.
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