Entre el debut y la retirada de un futbolista media un abismo que matiza los defectos y las virtudes de cada uno. También es ley de vida que, con el paso del tiempo, se pierdan unos atributos y se ganen otros. Por todo ello, nadie espera ver en el
Betis al
Van der Vaart que despuntó en el Ajax, ni al que se consagró en su primera etapa en el Hamburgo, ni al que fue un suplente de lujo para el Real Madrid. Aquellos periodos quedan demasiado atrás. Sin embargo, hay una etapa más reciente del holandés que sí puede servir como espejo:la que vivió en el
Tottenham cuando tenía 28-29 años, es decir, en plena madurez deportiva.
En White Hart Lane estuvo dos temporadas (10/11 y 11/12), probablemente las dos mejores de su carrera, y firmó registros espectaculares (24 goles y 16 asistencias en total). Mucho tuvo que ver en ello su demarcación, ya que jugaba siempre como mediapunta por delante de dos pivotes de contención:Sandro y Parker. En ese rol, no sólo estaba eximido de realizar labores defensivas, sino que tenía libertad de movimientos y muchas líneas de pase. Así, ponía balones al espacio para que Bale y Lennon corrieran, buscaba la cabeza de Adebayor o el desmarque de Defoe, y probaba fortuna él mismo desde media distancia con su preciso golpeo. Tras la llegada de Modric, escoró su posición a una banda, practicando desde ahí un fútbol más combinativo e igualmente eficiente.
Mel, que en el primer tramo de la pretemporada lo situó como mediocentro puro para sacar el balón desde atrás (así jugaba en su último periplo en el Hamburgo, mucho menos exitoso), ha cambiado de idea y lo utilizará como mediapunta o falso extremo. El técnico madrileño entiende que, escoltado por Digard y N’Diaye, puede aportar más cosas al equipo, conectar con Joaquín y Rubén, y parecerse al Van der Vaart del Tottenham.
David Díaz2 min lectura