Por la mañana sale el sol

Van der Vaart y Llorente

Van der Vaart y Llorente
Eduardo GilEduardo Gil2 min lectura
En verano era la estrella mediática antes de que llegara la bandera Joaquín. Poco después, cuando no estaba ni para balón medicinal en los entrenamientos, resultó que su fichaje era estratégico para abrir el mercado internacional al Betis. Todo un eufemismo del fraude que ha supuesto su contratación. De momento, ni en EE.UU. ni en China le quieren. Queda preguntar en Cádiz o en las playas de su tan familiar Chiclana, que era el retiro soñado del que había hablado alguna vez Rafael. Seguramente el futbolista es el más inocente de esta fechoría perpetrada en Heliópolis. Señales de aviso había en el rendimiento físico del futbolista, y más en una liga tan intensa como la alemana. Ni Mel lo vio venir tan claramente como lo ve Merino hoy. El Betis ha tirado una millonada en él y en quien lo trajo. Así que nunca más.

Y es que en todas partes cuecen habas. Llorente nunca debió venir al Sevilla, y menos en ese precio. Con su desmesurada ficha. El encabezonamiento de Emery tras su segunda Liga Europa le legitimaba para pedir al club tan descomunal esfuerzo. Lo que el delantero le cuesta al año al Sevilla son cerca de ocho millones de nómina bruta. Cerca le queda Konoplyanka, y es a ese escalón al que quiere acceder ahora Éver Banega, cuyos agentes juegan al chantaje futbolístico con la venia del Inter de Milán. ¿Una prima de renovación? Más dignidad hubo en el culebrón Rakitic. Ivan mareó la perdiz hasta que cantó la gallina: estaba loco por firmar en azulgrana. Precisamente cuando estaba en el Sevilla, la ficha del centrocampista croata era tan insostenible entonces como lo es la de Llorente ahora. A no ser que se repita Champions, y para eso hay que pasar dos veces por Basilea.
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