Definitivamente, Dani Ceballos se hará rico de mediocentro, como predijo Pepe Mel y está comprobando en esta recta final Juan Merino. El linense ha entregado los trastos de matar al canterano, rompiendo el doble pivote N’Diaye-Petros, que se había perpetuado este curso, lo que obligaba al utrerano a ejercer de ‘enganche’ con Rubén Castro o a escorarse a una banda, donde el ‘10’ pierde trascendencia. En el Calderón, el jugador más talentoso quizás sobre el terreno de juego, al menos en verdiblanco, tuvo libertad absoluta para moverse por la parcela ancha, con el franco-senegalés como única escolta.
Ceballos bajaba a recibir y elaborar, se ofrecía siempre entre líneas y trataba de conectar con los más dotados para responderle, Musonda y Fabián, aunque se encontró muy solo. Cabía esperar que, como otros compañeros, bajara los brazos con el partido decidido, pero nada más lejos de la realidad. Derroche de entrega y sufrimiento, de nuevo sin premio.