Rubén y Adán, los pilares

Betis: Árbol frondoso, bosque pelado

Betis: Árbol frondoso, bosque pelado
La temporada del Betis ha estado marcada por la irregularidad, los vaivenes institucionales y algunos errores en la planificación. - I. Morales
Isabel MoralesIsabel Morales5 min lectura
Que el décimo puesto en el que ha acabado el equipo a final de temporada no impida ver el bosque. Ése árbol frondoso, que podría tapar muchas carencias, no debería llevar a engaño. La temporada del conjunto heliopolitano ha estado plagada de irregularidad y altibajos y no ha sido hasta las dos últimas jornadas cuando el Betis encontró la tranquilidad. Fue en Eibar, donde selló con un empate la permanencia en la categoría. El nivel de la Liga así como el triunfo final ante el Getafe permitieron a los de Merino acabar en esa, en apariencia, plácida décima posición, que, eso sí, traerá consigo pingües beneficios económicos en forma de derechos televisivos para el club.

Con todo, la temporada comenzó de la mano de Pepe Mel, quien, pese al ascenso conseguido unos meses antes, no terminó de encajar nunca con la dirección deportiva. Sus diferencias se hicieron más patentes si cabe a finales de año, coincidiendo con una racha negativa de juego y resultados del equipo y varios movimientos intestinos en el club que llevaron al técnico a declarar que el final de su etapa estaba cerca. Y tanto. Unas semanas después fue destituido, dejando a un equipo descabezado y hundido. El club pensó que lo mejor era repetir la fórmula del año anterior: Merino de interino hasta que Juande, candidato principal, accediese a dirigir el equipo. Sin embargo, el 'sí' de Juande no llegó y el club se vio en la obligación moral de mantener al linense en su cargo hasta final de temporada.

Con un fútbol poco vistoso y ramplón, pero lo suficientemente efectivo como para mantener la categoría, el técnico volvió a cumplir el objetivo en un año que ha tenido varios nombres propios. Aunque no formaba parte de la plantilla como tal, Eduardo Macià ha sido uno de los protagonistas. Responsable de la planificación, el exdirector deportivo ha estado muy presente durante todo el curso. Fichajes controvertidos como los de Van der Vaart, Digard o Tarek, se han mezclado con otros con mejor resultado como Musonda, Petros, Westermann y, en menor medida debido a las lesiones, Juan Vargas.

Sin embargo, los dos grandes protagonistas de la plantilla han sido, sin duda, dos de la vieja guardia, pilares en el ascenso de la pasada temporada, Rubén Castro y Antonio Adán. Uno, con sus goles, y el otro, con sus paradas, han mantenido vivo al equipo. A ellos poco les importó el cambio en el banquillo, el relevo en la presidencia o la marcha de Macià.


El crack: Sólo Adán puede discutir la hegemonía de Rubén
Aunque Antonio Adán ha hecho méritos más que suficientes para, al menos, discutirle este premio honorífico, Rubén Castro ha vuelto a ser, una vez más y a sus casi 35 años, el mejor jugador de la plantilla. Autor de 19 goles, su mejor marca en Primera división, el canario ha vuelto a demostrar que su rendimiento no entiende de edad. Devorador de récords, insaciable de cara a portería, es sin lugar a dudas, el crack.


La revelación: Una joven perla a la que hay que terminar de pulir
Charly Musonda Junior, joven extremo cedido por el Chelsea, deslumbró en sus primeros partidos por su velocidad endiablada, su desborde, su descaro y su capacidad para adaptarse a una liga como la española, siendo, además, sus primeros minutos como profesional. Su efusividad inicial se diluyó un poco con los partidos, pero sin duda ha sido una de las revelaciones no sólo del Betis, sino de la categoría.


El fiasco: Tarek y Leandro Damiao se lo reparten a medias
Este dudoso reconocimiento se lo podrían repartir Tarek y Leandro Damiao. El defensa egipcio se marchó inédito a EE.UU. en enero, donde apenas ha jugado unos minutos. "Todo un portento físico", decía Mel, pero al que había que enseñar a jugar. Más experimentado era el delantero brasileño, quien se ha embolsado casi un millón de euros por 129 minutos de juego. Rafael van der Vaart, en el tercer escalón del podio.
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