La intención de
Poyet partía de la idea desarrollada en
Mestalla, con presión adelantada para recuperar lo más arriba posible y líneas juntas en la contención, pero difería de ella en su disposición a asumir un rol protagónico con un crecimiento de la iniciativa. El plan funcionó de inicio, con profundidad ofensiva merced a las subidas de los laterales, sobre todo de
Durmisi, y a una fruición en la resta que permitía robar cerca de
Ochoa. Pero esta aparente coordinación para acechar la salida nazarí no existía en la retaguardia, donde pronto se percibieron problemas en las basculaciones y un tremendo agujero por delante de la zaga.
Bastaba un cambio de juego para descomponer a la retaguardia verdiblanca y así llegó el 0-1 de
Carcela-González. El tanto aumentó el desbarajuste, con un
Betis que había perdido el temple en la contención, defendía alocado y concedió facilidades suficientes para que el
Granada abriera brecha. Con 0-2
Poyet reaccionó, sentó a un
Fabián superado y dispuso un 4-4-2 con la entrada de
Musonda, que espoleó a los heliopolitanos. El belga otorgó movilidad a la proposición verdiblanca, encorsetada por la ausencia de ideas en la creación, y se multiplicaron las vías de peligro.
La reacción valió para acortar distancias antes del descanso y se prolongó en la reanudación gracias al dinamismo de un
Musonda que electrizaba cada acción en ataque, contagió al resto y provocó la expulsión de
Vezo. Su visión propició que
Alegría neutralizara la ventaja con su doblete y su verticalidad acercó la victoria, pero, en plena locura, faltó acierto y apareció
Adán para, al menos, retener un punto.