En la inmensa mayoría de los casos, los entrenadores dan continuidad a los onces tras una victoria, especialmente cuando éstas suponen un punto de inflexión que sucede a varios fiascos. Por una simple cuestión de generar confianza y nuevas dinámicas, únicamente lesiones o sanciones suelen impedir que se cumpla esta máxima del fútbol, por lo que, salvo sorpresa o contingencia durante la semana, la lógica indica que
Gustavo Poyet calcará el sistema y la alineación de
El Sadar el próximo domingo ante el
Espanyol.
Lo anterior supondría la segunda suplencia consecutiva de
Rubén Castro, un hecho sin precedentes desde que, hace seis años largos, arribara a Heliópolis. Los pocos duelos ligueros que se perdió desde el inicio el canario como bético, excepción hecha del periodo de lesión en los albores de la 13/14, suponen gotas discontinuas en el océano de participación del máximo goleador de la historia del club. Además, el ostracismo del '24' no tendrá a buen seguro la misma repercusión en tierras navarras que en el
Benito Villamarín, lo que no se trata de un hecho baladí para calibrar el estado de ánimo con que afrontará el choque el público local.
Con todo, sería justo reseñar que la mini revolución de
Poyet no sólo trajo de bueno el resultado, que rompía con una racha de dos derrotas consecutivas y un juego muy discreto de los hispalenses. De esta forma, analizando únicamente los seis precedentes ante contendientes terrenales (Deportivo, Valencia, Granada, Sevilla, Málaga y Real Sociedad), la visita al otrora Reyno de Navarra supuso el estreno bético en el liderazgo de la posesión a domicilio, puesto que había perdido en este apartado ante el
Barcelona, el equipo che, el eterno rival y los 'txuri-urdin'. Además, el cuadro heliopolitano mejoró los guarismos ofensivos de su enemigo después de bastante tiempo, puesto que no lo conseguía estrictamente hablando desde el pulso de la jornada 2 ante los coruñeses.
Entonces, amén de amarrar un 57% del dominio de balón, disparó cinco veces entre los tres palos de quince intentos, por el uno de doce de la escuadra que adiestra
Gaizka Garitano. Después, exceptuando la comparecencia en el
Camp Nou (6-2) y la visita a la Avenida de La Palmera del
Real Madrid (1-6), encuentros de los que resulta complicado extraer conclusiones positivas, se venció en
Valencia y en feudo propio frente al
Málaga, pese a que la producción atacante de ambos fue mayor que la verdiblanca, lo mismo que ocurrió en términos efectivos en las tablas caseras frente al Granada, que atinó más con la portería de
Adán (ocho, por siete del Betis), aunque lo intentara menos (15 frente a 23).
Estadísticas aparte, el paso del 1-4-3-3 al 1-4-2-3-1 perseguía no sólo aprovechar la creatividad y el peligro por dentro de
Joaquín a la espalda de
Sanabria, que debía bajarle balones y generar segundas jugadas, sino también dotar de mayor intensidad al equipo en la presión con
Álvaro Cejudo y
Felipe Gutiérrez como interiores. Ambos, especialmente el pontanés, debían ocuparse de ayudar a
Petros en las coberturas a los laterales, con un
Piccini mucho más descuidado a su espalda -por su perfil volvió a llear el tanto rival, con Berenguer yéndose como quiso de la marca del italiano-. Por último, Poyet aportó minutos de oro a la tarea de Jonas Martin de recuperar el ritmo perdido, reforzando a su pareja de centrales preferida:
Mandi-Pezzella.