Si el Betis acaba destituyendo a Gustavo Poyet, será
sin contar el beneplácito del director deportivo, un
Miguel Torrecilla que estaba acostumbrado en Vigo a que el presidente del Celta y el director general eligiesen o destituyesen a sus entrenadores. Hasta ahora, en Heliópolis
ha prevalecido su opinión, pero a algunos directivos se les ha agotado la paciencia y es probable que se termine tomando
una decisión drástica. Pero ¿por qué el salmantino insiste en mantener a Poyet en su cargo pese a la mala dinámica del equipo?
En primer lugar, Torrecilla entiende que el que tienen entre manos es
un proyecto completamente nuevo, con muchos cambios en la plantilla y una idea de juego distinta que asimilar.
Tampoco ha percibido que los jugadores estén en contra del entrenador, en cuya capacidad sigue confiando, ni siquiera los que no están contando apenas con minutos. Además, el director deportivo piensa que, antes de destituir a un entrenador,
tiene que pesar sobre él un ultimatum, para comprobar si en una situación límite responden tanto él como los futbolistas. Y, por último, Torrecilla defiende que no se puede realizar un análisis objetivo del equipo hasta que no ha transcurrido
al menos un tercio de la temporada, y eso ocurría en Eibar.
Hasta ahora, estos argumentos han servido para que Poyet se mantenga en el cargo. Lo que se debate ahora en es si debe llegar al partido contra Las Palmas, tras el parón.