En este
Granada abundan eternas promesas y faltan jugadores contrastados y de rendimiento estable. A la crónica irregularidad de unos se unen otros que pagan el peaje de jugar a contraestilo, fichados cuando el entrenador iba a ser Sampaoli, que aún tenían sentido con Paco Jémez y que andan desubicados con el brusco viraje del club a la hora de contratar a
Lucas Alcaraz, de un estilo opuesto a los del cordobés y el argentino y con mucho trabajo por delante. Y es que, ese ya de por sí heterogéneo grupo, tiene ahora una nueva columna vertebral con cinco fichajes invernales (Ingason, Héctor Hernández, Wakaso, Koné y Adrián Ramos) obligados a adaptarse a la voz de ya.
Este caos convierte cada partido del Granada en una moneda tirada al aire que se traduce en 19 pírricos puntos y en sólo dos victorias en 22 jornadas que le condenarán a sufrir mucho.
No obstante, no todo es negativo. Presionado por su difícil situación clasificatoria y víctima de groseros errores atrás, Alcaraz ha abrigado a su equipo con una zaga de cinco con Ingasson, uno de sus refuerzos de enero, como libre, y con carrileros muy largos: Foulquier; otro de los recién llegados, un Héctor Hérnández que puede debutar hoy; y el reconvertido Cuenca. Por delante, cuatro currantes como Uche Agbo, Pereira y el joven Aly Mallé. Y, arriba, suple la pelea sin movilidad de Kravets por Adrián Ramos, más apropiado para jugar a la contra y asociarse con los desbordantes
Carcela o Boga.No obstante, las bajas atrás del sancionado Lombán y el lesionado Saunier hacen que el técnico medite cambiar a una zaga de cuatro.
Otro punto fuerte es su estadio. Fuera, como se vio el lunes en Eibar (4-0), aún no carbura y sólo ha cosechado tres empates. Sus únicos dos triunfos fueron en Los Cármenes, donde sólo ha perdido una de sus seis citas con Lucas Alcaraz, y ahí se centran sus esperanzas.