Quique Setién persigue desde su llegada la fórmula precisa para ajustar su innegociable filosofía a los mimbres de los que dispone y maximizar sus recursos tanto en casa como fuera. En esta intensa búsqueda, el cántabro partió ayer con una especie de 4-3-3 en el que
juntó por primera vez a Sanabria y a Sergio León, algo escorado a la derecha para que el paraguayo ocupara el centro y Joaquín, la izquierda. Con este dibujo, Setién le entregaba la banda diestra a Barragán, y el timón a Guardado y Fabián para generar el fútbol verdiblanco. Una idea que se topó con el orden defensivo de un Levante muy replegado que cerraba las líneas de pase y eliminaba espacios para circular, lo que impedía al Betis avanzar por dentro y conectar con el ataque.
Ante esta situación,
Setién desplazó a Joaquín a la diestra para que se asociase con Barragán, con lo que consiguió ampliar el campo y empezar a generar peligro con las entradas por banda. El Levante se vio obligado a extender su telaraña con una consecuente aparición de césped que los heliopolitanos rentabilizaron en la segunda mitad merced a la asimilación de conceptos y la confianza del técnico en futbolistas como Fabián.
El canterano interpretó como nadie los huecos que aparecieron entre camisetas granotas, ya fuera con aperturas para romper por los carriles o recorriendo metros mientras el rival se preocupaba de no desangrarse por las alas. Durmisi percutía por la izquierda, Sergio León profundizaba por la derecha y Fabián penetró por el centro como reflejo de que este Betis se conoce la teoría y es capaz de ponerla en práctica.