FÚTBOL BETIS

El toque, tocado

El toque, tocado
El toque, tocado - Carlos del Barco
EFEEFE5 min lectura

El lacerante 5-0 que el Eibar le endosó anoche al Real Betis en Ipurúa ha hecho aflorar las carencias del irrenunciable proyecto de toque de Quique Setién y la evidencia de que el fondo de armario de su plantilla no da para que un equipo en construcción rote y rote y prescinda de sus mejores efectivos.

Apóstol de una idea como los viejos predicadores laicos del anarquismo, Setién no abjura de su convicción de rotar jugadores pese a quien pese y de sacar el balón jugado desde el portero, sin variantes tácticas visibles pese al evidente bajón de juego experimentado por sus pupilos y los dieciocho goles encajados en las últimas seis jornadas.

Desde que le ganó al Levante el pasado 25 de septiembre por 4-0, los de Setién han ahondado en sus carencias defensivas, que se tradujeron en el 4-4 ante la Real Sociedad, el 3-6 con el Valencia y, ya con el Alavés y pese a la victoria por 2-0, empezó un declive en el juego que se tradujo en las derrotas ante Espanyol (1-0) el empate casero ante el Getafe (2-2) y la noche negra de Ipurúa.

Pese a que el sistema defensivo ha acusado la baja por lesión del central marroquí Zou Feddal, fundamentalmente, el modo irrenunciable de plantear los partidos del entrenador santanderino ha encontrado pronto antídotos por parte de sus colegas, que con una presión alta han hecho que el fútbol bético se espese y se haga muy previsible.

A ello, se une el hecho de que Quique Setién insista en su vocación de rotar jugadores, lo que ha evidenciado, además, que el fondo de armario bético no es tan hondo como pregonan los propagandistas y que, como siempre ha sido en fútbol, en un equipo tienen que existir titulares y suplentes.

En esta línea, el técnico cántabro ha rotado y rotado en busca de dosificar a sus futbolistas, aunque en Ipurúa se dio la circunstancia de que muchos de los mejores estaban en el banquillo, tales como el centrocampista mexicano Andrés Guardado o el máximo anotador del equipo con siete goles, el paraguayo Tonny Sanabria.

Fue precisamente Sanabria, junto al argelino Ryad Boudebouz, quienes le sacaron al Betis las castañas del fuego en el compromiso anterior ante el Getafe en sendos chispazos de calidad que paliaron la mala imagen y evitaron la derrota por 0-2 ante los azulinos, el prólogo de la debacle de anoche ante el Eibar.

Previsible, lento y fallón en los toques y la salida del balón, el Betis se parece muy poco al que deslumbró en los primeros compases de la temporada y dio campanazos como su victoria en el Santiago Bernabéu ante el Real Madrid (0-1); y la mayoría de los rivales parecen haberle cogido la medida sin que en su cuerpo técnico se vislumbren variantes tácticas.

Lo que entonces eran interpretados como desajustes de un equipo en construcción, de un tiempo a esta parte son goles cantados cada vez que un rival, como anoche el Eibar, o antes el Getafe, la Real Sociedad o el Valencia, cuelgan un balón o, sencillamente, se acercan a un área que por momentos evoca un flan, de puro temblor.

Ello se traduce, como ejemplo, en que un equipo como el eibarrés, que hasta anoche había anotado seis goles en todo el campeonato, le endosara cinco al Betis que, pese a los elogios y el autobombo de los últimos diecisiete días sin fútbol, tiene ante sí el reto de recomponer el costurón en los cuatro días que le restan hasta su próximo partido.

Los de Setién, quienes entrenarán esta tarde en la ciudad deportiva bética tras pernoctar anoche en Eibar, jugarán el próximo sábado en el Benito Villamarín ante el Gerona y, ante una afición que les medirá con lupa y exigencia, deberán mostrar otra cara y, en su caso, alguna variante táctica diferente a tocar y tocar para no salir aún más tocados.

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