El crecimiento del
Betis de
Setién se aprecia principalmente en el equilibrio alcanzado a partir de la mejoría atrás y sustentado sobre un manejo de los tiempos más coherente que le permite marcar el ritmo de los partidos sin conceder a su espalda. Al contrario que al principio, los verdiblancos miden las consecuencias de su estilo pero sin renunciar a él, con mayor seguridad en los pases merced a los continuos apoyos y la responsabilidad de saber cuándo hay que asumir riesgos y cuándo no. Ante el
Atlético, el técnico cántabro sabía de la importancia de no cometer ni un fallo que le cediera a los de
Simeone la ocasión de salir a la contra, para lo que desplegó una propuesta en la que llevar la iniciativa no supusiera ventajas para los colchoneros, con las coberturas listas por si se producía una pérdida, y con asociaciones en corto combinadas con aperturas a banda -muy largos
Junior y
Barragán- que dificultaban el plan de destrucción del 'Cholo'.
Boudebouz tendía al centro para aparecer entre líneas e impulsar las llegadas desde atrás, lo que sacaba de zona a la zaga rival. Sin el esférico, el
Betis apretaba con intensidad, minimizando los metros en el centro del campo, con
Bartra saliendo con acierto y
Javi García con la escoba permanentemente lista.
Personalidad y tensión para controlar incluso cuando el
Atlético trató de amedrentarlo con una potente salida en la reanudación.
Fabián decidía el 'tempo', el Betis tocaba cada vez más cerca de
Oblak y amenazó con llegadas claras. No le sirvió para ganar pero sí mostró hechuras de equipo tremendamente serio, maduro y con chispa para soñar.