La bola se ha hecho más y más grande porque había parón y lo deportivo, por descafeinado, suele quedar en un segundo plano.
Monchi sí, Monchi no, Monchi aquí o Monchi allá. Monchi, Monchi y Monchi. Al final, el de San Fernando ha tenido que salir, como otras veces, a dar muestras de su
sevillismo y a decir que, como aquí, no estaría en ningún sitio.
Y es muy posible que así sea. Ahora, de hecho, tiene por encima a
Pepe Castro y no a
Del Nido, que es tan distinto como que te marque en un córner
Escudé o que lo haga
Javi Navarro: Castro es bastante menos duro y pegajoso.
El gaditano, eso sí, deja la
puerta abierta, por si le da por mejorar (sería justo) y, para rebajar miedo e incertidumbre en los aficionados, asegura que en el
Sevilla no cambiaría nada sin él, porque sólo habría que seguir la política actual, la de "comprar bien y vender bien". Así dicho, parece hasta fácil, ¿verdad? La cuestión es que no hay nadie que lo haga de forma tan acertada como lo hace el de San Fernando.
Por eso lleva tanto tiempo en el cargo, por eso durante el mismo el club ha vivido los mejores momentos de su historia y por eso ahora llaman a su puerta varios de los
grandes de Europa. Y ya no es sólo por su ojo a la hora de acertar con un futbolista, sino por su capacidad para crear una secretaría técnica fiable y moderna desde cero, por idear un modelo de trabajo único que muchos tratan de plagiar, por su conocimiento del mercado, experiencia o dotes negociadoras. Para "comprar bien y vender bien", algo perentorio para la subsistencia de un club de fútbol, resulta fundamental.
Monchi ha cometido errores, claro, aunque, en cuanto a nombres, sólo metería en el saco a los que claramente no tienen nivel para el
Sevilla (véanse
Stevanovic,
Babá o
Mosquera). Pese a que se le adjudican muchos otros, hay condicionantes, como las lesiones o la adaptación, que hacen que fichar no sea una ciencia exacta y, por ende, que un buen jugador pueda fracasar en un equipo determinado.