La puesta en escena de Musonda causó un fuerte impacto. Pronto demostró que tenía tantas ganas como talento. El control del balón, el descaro para encarar, la velocidad de movimientos y de mente... Con los minutos fue creciendo porque dejó de jugar para la grada y comenzó a jugar para sus compañeros. Por el centro, más cerca de Ricky, Rubén o Ceballos, se apreció que el belga puede batir líneas con y sin balón, que agita, atrae -genera espacios- y maneja una auténtica fábrica de recursos.
Quizás a mitad del partido recordó el consejo que le dio Juan Mata cuando lo vio por primera vez en un entrenamiento del primer equipo del Chelsea: “Juega con cabeza, pequeño”.
Es, posiblemente, lo que le llevará a convertirse en una estrella. El resto lo tiene. Me sorprendió, sobre todo, la precisión en el pase y la elección del mismo tras el regate. Cuando lo estaba ejecutando, ya sabía cuál iba a ser su siguiente movimiento. Tiene una visión periférica, lo que, unido a facilidad para poner de gol al resto y su buen golpeo, invita a que Merino le halle un lugar por el centro, que le rodee de más talento y que participe cuantas más veces mejor. El belga es joven e inexperto, pero tiene recursos hasta para esconderlo.