Las leyes en el fútbol siempre han beneficiado al trabajador, al futbolista. Si le firmas un contrato y le da por rendir bien, siempre exige, con ofertas -o presuntas ofertas- de otros equipos bajo el brazo, un considerable aumento de sueldo. Pero, del lado contrario, si le das un gran salario para varias temporadas y no da la cara, te lo comes con patatas.
O eso, o llegas a un acuerdo para rescindirle, que es lo que hizo
Monchi, por ejemplo, con los
Babá,
Del Moral,
Hervás o
Rusescu, algo que también supone un gasto importante para el club de turno, al final. Ahora, sin embargo, éstos se han inventado una forma de no salir siempre perjudicados: la cláusula de escape. Una forma de dar por finalizada la relación entre las partes sin que suponga un desembolso excesivo. Se asume una baja penalización.
Gracias a ella, por ejemplo,
Barbosa no cumplió su contrato completo. Gracias a ella, tampoco lo cumplirá
Beto.
Reyes, quizás. Pagas unos 150.000 euros y te ahorras bastante. Lo malo es que la otra parte también tiene su opción a acogerse a esa cláusula, por lo que
Emery, pese a quedarle un año más, podría irse este verano al
Milan, o adonde quisiera, deslizándose por ese pasadizo contractual.
¿Y Banega? Si juega mañana contra el
Villarreal al menos 45 minutos, estará automáticamente renovado, claro. Pero ¿tendrá a su favor una posible vía de escape que le permita irse abonando sólo una pequeña penalización? Apuesten.