Llegó como un tiro, muy fino, y con unas ganas tremendas. Tantas tenía de volver a ponerse la camiseta del Betis que, viendo que no se cerraba el acuerdo, dio un puñetazo a una pared en Florencia. Joaquín destacó en el arranque de la temporada, pero, como todo el equipo, se fue cayendo con el paso de las semanas, sobre todo por una deficiente preparación física con la que tuvo que lidiar Juan Merino y que costó al gaditano algún que otro encontronazo con Mel.
Ha perdido rapidez en carrera, pero, a sus 34 años, necesita más que nunca tener chispa. Joaquín ha sabido evolucionar, pasar de ser un extremo vertical, que ganaba con suma facilidad la línea de fondo, a un futbolista que sabe vivir por dentro, conduciendo, asociándose, poniendo a sus compañeros de gol o probando su buen golpeo. Ayer, pese a enfrentarse a un rival inferior, pudo apreciarse que Joaquín, que dio una asistencia y firmó un tanto de bella factura, tiene cuerda para rato. Contar con Marcos Álvarez, al menos, es una garantía para que el de El Puerto de Santa María encare la temporada físicamente de la mejor manera. Y Poyet le dará minutos. Con su talento hay pocos. Aún puede marcar las diferencias.
Carlos Pérez
