Cuatro partidos seguidos sin marcar y, en los dos últimos, siendo sustituido. El problema de
Poyet se representa en la figura de
Rubén Castro, aunque realmente es algo más profundo y tiene que ver con su idea de juego y en cómo
Torrecilla ha estructurado la plantilla. Si bien el Betis tiene mediocentros, por número y perfil, para jugar claramente con 4-3-3, como desea el técnico charrúa, los puntas, también por características y cantidad, exigen hacerlo sobre un 4-4-2. Los cuatro (
Sanabria,
Álex Alegría,
Zozulia y el propio
Rubén Castro) son delanteros centro, futbolistas de área, y me atrevería a decir que compatibles entre todos. El problema es que con el actual dibujo sólo puede jugar uno, que a Poyet le gusta que sea fuerte, para desgastar a los centrales en el cuerpo a cuerpo e iniciar una presión alta cuando el rival trata de salir desde atrás; y potente en el juego aéreo, para bajar balones o rematar centros laterales. Es el motivo que lleva a Rubén a la banda. Y la pólvora del canario, lo que le impide dejarle en el banquillo.
Mel ya se encontró con un problema similar. Defendió en sala de prensa la posición del '24' pegada a la cal hasta que la situación, por falta de goles del equipo (él suele firmar el 50 o el 60% del total), se hizo insostenible. El madrileño, entonces, encontró una solución intermedia que le permitía salir con tres mediocentros y, al mismo tiempo, acercar a Rubén al área, donde ha firmado el 92% de todos sus tantos: apostar por un 4-4-2 asimétrico. Así, podría tener un hombre abierto en la derecha (
Joaquín o
Musonda) y ocupar el costado zurdo con un lateral largo (
Durmisi) y un falso extremo (
Felipe,
Jonas,
Brasanac o
Ceballos).
Desconozco si
Poyet lo contempla o si sigue empeñado en morir con su idea de que sólo se vea a un
Betis con 4-3-3, pero es evidente que está perdiendo poco a poco a su mejor y casi único goleador, y eso es un gran problema. Algo debe hacer.