Vitolo puede ser un traidor, como defiende el presidente del Sevilla y siente el sevillismo, o
Vitolo puede ser un profesional que entendió que había quemado una etapa en su carrera y que había llegado el momento de dar un salto, deportivo y económico.
Seguramente,
Vitolo sea un poco de todo eso y sea, además, alguien que estaba en su derecho de irse, porque para eso están las cláusulas, pero también es alguien que
no eligió la mejor manera de marcharse. Si acaso, la peor.
Vitolo es
alguien que vendió al presidente del Sevilla y el presidente del Sevilla es alguien que
se vendió a sí mismo, por airear un negocio
en un momento inoportuno y
sin tenerlo cerrado, aunque esto último será algo que determinará un juez (con Ujfalusi, que sí firmo, el club no tuvo que estudiar tanto el asunto antes de demandar, eso sí).
Vitolo es un jugador al que silbarán este miércoles decenas de miles de personas, como le pitaron durante 90 minutos decenas de miles de personas cuando visitó el Estadio de Gran Canaria vestido de blanquirrojo el pasado mes de febrero; miles de personas que también
le consideraban entonces un traidor y que ahora le vitorean sin caer en que les está utilizando, aunque ni Vitolo ni nadie merece que un aficionado deje de insuflar ánimos a su equipo por increparle.
Pero ¿quién es realmente Vitolo? Vitolo es un jugador canario que llegó al Sevilla
a cambio de 3,5 millones de euros, que ofreció
un rendimiento espectacular, pese a tener poco gol, y que
llegó a ese punto de madurez en el que el Sevilla empaqueta y vende a sus jugadores como producto de lujo
por una millonada y les busca un sustituto más barato al que convertir en un futuro en otro producto de lujo.
Vitolo es un magnífico futbolista, pero
no es un futbolista sobre el que cimentar un proyecto ni por el que dejar de ingresar
cerca de 40 millones de euros. Víctor Machín, realmente,
es una de las mejores operaciones que ha hecho el Sevilla en toda su historia, pese a que a su presidente y a gran parte del sevillismo les impida verlo su dolido orgullo de ese modo, por cómo y adónde -sí, adónde- se ha ido.
Eso es Vitolo, diga lo que diga el juez de turno.