Víctor ha sustentado su proyecto sobre una base que presenta una degeneración muy preocupante, con grietas por las que se escapa la sensación de mejoría experimentada con su llegada a Heliópolis. Ha construido su Betis desde atrás, con el blindaje como piedra angular de una filosofía que ahora hace aguas en su raíz, porque, más allá de que su propuesta futbolística se limita ahora a lo que sugiera el talento de Ceballos, el equipo ha perdido la solidez que se percibía en su arranque y es precisamente la fragilidad del sistema de contención la que está condenando a los verdiblancos.
El Betis concede demasiadas facilidades en la retaguardia -ha recibido 10 goles en cuatro partidos- y el comodín del Benito Villamarín al que se ha aferrado el técnico madrileño se diluye ante la descomposición del bloque que ha perseguido. Este escenario exige retoques, una vuelta de tuerca por parte de Víctor para detener la sangría y encontrar el camino perdido.
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