El nombre del Sevilla adquirirá una nueva dimensión este mediodía en Nyon. En el interior de una bola que significa orgullo, prestigio y el merecido premio a un crecimiento incansable que, aunque cada nuevo logro parece establecerlo, aún no conoce su techo.
Hoy compartirá bombo con los colosos del Viejo Continente, con presupuestos infinitamente superiores al nervionense y con la mayoría de las estrellas mundiales en sus filas. Entre los ocho mejores. En un paraíso de poder y opulencia en el que los nervionenses han entrado por derecho, demostrando que la grandeza no se adquiere únicamente a golpe de talonario y que su modelo de superación sostenida es un ejemplo a seguir que contempla el propio Milan.
Lo de hoy es histórico y representativo del estatus de un Sevilla que, sin olvidarse de la realidad, sigue soñando con razón.
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