Lo dijo el propio Montella nada más acabar el partido. Hay "pocas" opciones de dar la sorpresa en Múnich. Muy pocas. Estadísticamente, un seis por ciento. Pero el Sevilla le ha dado motivos suficientes a su hinchada en los últimos años para que nunca deje de soñar.
La fortuna que siempre suele acompañar a las grandes gestas fue esquiva en el primer asalto ante el Bayern. Dos goles en propia puerta no es algo que se vea en todos los partidos. Al fin y al cabo, es la crueldad de la elite. Pero de nada sirve lamentarse.
Al contrario, el juego desplegado durante la primera mitad y el arreón pleno de orgullo del último cuarto de hora deben servir para mantener viva la llama de la ilusión. No hay que perder la perspectiva y saber disfrutar de algo tan poco usual. La campanada es casi imposible. Pero es que el Sevilla tiene esas cosas...
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