Afronta
Merino cada partido en el
Betis como una final y le quedan dos para demostrar que tiene madera para entrenarlo. En
Palamós lo único que pudo transmitir es la garra, principal elemento de su discurso desde que ocupa el cargo como interino de indefinida duración. Ante
Almería y
Mallorca ha de enseñar su ideario futbolístico y hacer jugar al que sigo considerando, sin lugar a dudas, como el mejor plantel de
Segunda división.
Es la gran oportunidad de su vida y se la juega a todo o nada. A partir del martes difícilmente
Serra Ferrer pueda ganarle más tiempo al linense. Y es que la indefinición jurídica en la que andan las acciones de poblense en el Mallorca están consiguiendo que la que parecía una solución transitoria con los días contados haya ganado enteros para un designio definitivo en el que serán los resultados, como con todos los entrenadores, los que dicten sentencia.
Merino es plenamente consciente de que
Velázquez acabó con toda la paciencia posible para el dueño del banquillo verdiblanco. Un experimento con el que se ha consumido la tercera parte del campeonato, de ahí que ya no quepan más. Si el linense despierta la más mínima duda lo lógico es que el consejo actúe con celeridad pues si para algo se realizó la sucesión con tanta urgencia fue precisamente para gestionar la situación del banquillo.
Dejar de tomar una decisión definitiva más allá del martes, sea la continuidad de Merino, la llegada de Serra o una tercera vía que a buen seguro que tiene que existir, sería dar vocación de permanencia a una situación provisional, algo muy parecido a lo que en el terreno institucional ha acabado con un vacío de poder que se ha llevado al anterior consejo por delante. Los jugadores necesitan un jefe claro y legitimado para que no se instale el desgobierno.
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