Merino se ha ganado una segunda oportunidad en el Betis. Acudió a la llamada verdiblanca cuando se le necesitó y ha demostrado ser un hombre de club, además de un buen entrenador. El pleno liguero, esos 12 puntos de doce posibles que han dejado al Betis a las puertas del ascenso directo, demuestran que ha aportado al plantel lo que necesitaba, ese punto de agresividad con el que tiene que ser superior a todos los rivales de la categoría. En su despedida, además regaló al Villamarín un buen partido de fútbol, algo que hacía mucho que no se veía por Heliópolis.
Por ello, Merino merece el agradecimiento que ayer le brindó la parroquia verdiblanca y el homenaje de la plantilla sobre el césped del estadio. Al contrario que otros que se prestaron al rescate del Betis, como Calderón el año pasado, Merino no se ha quemado en su paso por el banquillo heliopolitano y podrá vivir una segunda parte como lo hará Pepe Mel a partir de hoy mismo.
Pese a los méritos de Merino, comparto la decisión de contratar a Pepe Mel, quien tendrá la suerte de trabajar sobre la base de una plantilla que ha recuperado la fe en sí misma. El madrileño posee todas las cualidades que no tenía Velázquez. Es una apuesta segura, que aúna el consenso del beticismo, con una idea de fútbol que se adapta a la idiosincrasia del club y que conoce la casa a la perfección. Mel sabe que en esta segunda aventura tiene más cosas que perder que que ganar, pues si el fracaso del descenso acabó siendo atribuido a la anterior directiva, no devolver al Betis a Primera por la vía rápida ahora sería achacable sólo a él. Por otro lado, el ascenso, más que un posible mérito, es una obligación. El estatus del Betis así lo exige. Gracias al trabajo de Merino, la tarea será un poco más fácil.
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