Sus motivos tendría
Pepe Mel para poner en liza una alineación plagada de suplentes y jugadores destructivos, sin nadie capaz de agarrar el balón e inquietar al eterno rival. Sin duda, fue un mensaje al club, con Macià como especial destinatario. Quiso demostrar que no tiene plantilla suficiente para afrontar una eliminatoria tan dura y pelear al mismo tiempo en Liga, lanzando así un grito de auxilio para este mercado de enero. Pero el beticismo no pensará lo mismo. ¡Era un derbi! Y aunque ya tenía bajas sensibles en el eje de su defensa, realmente no se entiende que en el banquillo se quedaran cariacontecidos Joaquín, Rubén Castro, Ceballos o Adán, si bien Dani Giménez cumplió.
Hablar de qué habría pasado con ellos en el campo es plantear una hipótesis sin posible solución, pero más allá de los nombres, se echó en falta un
Betis más intenso y agresivo, como el que se vio hace sólo 18 días en Liga. Sus motivos tendrá
Mel, pero se trata de una decisión que le resta una nueva porción de ese crédito ilimitado que poseía antaño, ahora cada vez más limitado. Para suerte suya, tampoco es que el
Sevilla pasara como un ciclón por Heliópolis. Supo jugar su partido, algo mejor que el de tantas tardes fuera de casa, y sacó una buena renta.
Pero pudo y debió matar la eliminatoria. Y al final, casi se va con una renta mínima. Este
Sevilla no anda fino, pero se encontró un rival muy endeble, que realmente no opuso resistencia, y pudo ganar por fin lejos de Nervión en un campo de Primera. Todavía hay mucho margen de mejora, pero qué duda cabe de que este resultado es un gran acicate para la moral de la tropa y para un
Emery también cuestionado, que recogió gustoso el regalo de un Mel que prácticamente dimitió.
Fernando Mateos
