Se las prometían muy felices en Heliópolis al descanso. Los aficionados desenvolvían sus bocadillos (los más clásicos al menos) con una amplia sonrisa fruto del triunfo momentáneo que no se podía escapar. Se disponían a saborear una victoria crucial, por aquello de vencer a un rival directo y mantener las distancias con el abismo. Pero sus jugadores quisieron aguar el banquete verdiblanco.
Dormidos y sin tensión, los pupilos de Merino concedieron dos goles nada más salir de la caseta y a más de uno se le indigestó el bocata. Un equipo que pelea por huir del pozo no puede conceder tantos regalos atrás. Porque los goles de Rubén puede que no basten. Era el momento de pegar el estirón, pero el Betis cierra este doble compromiso como local ante dos equipos de su Liga con dos pírricos puntos, y ahora toca viajar a Cornellá de nuevo con el miedo metido en el cuerpo. Así, no queda otra que seguir sufriendo.
Fernando Mateos