Jamás se fue y jamás se irá

Isabel MoralesIsabel Morales
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Jamás se fue y jamás se irá
Ocho años han pasado desde que el corazón de Antonio Puerta dejó de latir aquél 28 de agosto de 2007. Ochos años que hemos estado privados de su presencia física pero, por suerte para todo el que le quería y para todos los que lo recordamos, Puerta jamás se fue. Puerta habita en la memoria de su familia, en el corazón de su hijo Aitor. Puerta se quedó aquí con cada uno de sus hermanos sevillistas, a los que ha visto levantar todos esos títulos que vinieron tras su gol al Schalke 04 ese inolvidable Jueves de Feria.

Puerta está en cada rincón del Ramón Sánchez Pizjuán que huela a sevillismo, que lata en blanco y rojo, que grite ¡Sevilla!; Puerta está en cada victoria, pero, sobre todo, en cada fracaso, en cada lágrima desconsolada, en cada llanto de felicidad. Puerta se esconde en cada calle de esta ciudad, donde tras su muerte se dieron la mano las dos orillas, la verde y la roja. Puerta sonríe con cada gol de los suyos. Puerta anima cuando las cosas vienen mal dadas. Puerta sirve de espejo para los que, como él hacía, presumen de ser canteranos. Por todo esto y por mil razones más, Puerta jamás se fue, jamás se irá, mientras haya alguien que mantenga vivo su recuerdo.
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