Está claro que tras una derrota tan previsible como dolorosa como la del pasado sábado en el Vicente Calderón (5-1) es difícil controlar los nervios y más si eres una persona de sangre caliente, visceral y apasionada como lo es Juan Merino. Pararse, respirar y enfriar las emociones, a veces, es complicado, pero, a la larga, te evita más de un quebradero de cabeza.
Porque, decir en el fragor de ese calentón post-traumático que "el que no quiere tirar para adelante, que se quede en el filial o se vaya" no parece la frase más oportuna, teniendo en cuenta, además, que el linense necesita, ahora más que nunca, que todos sus jugadores estén a su lado, rindan al mejor nivel que puedan y amarren cuanto antes la salvación.
Señalar de esa forma a los jugadores enrarece más aún el ambiente, al tiempo que el técnico corre el riesgo de quedarse solo tras ese brindis al sol. Bien haría el linense en recuperar para la causa a jugadores como Joaquín, Molina o Bruno, veteranos que pueden aportar experiencia y temple cuando las cosas se ponen complicadas. Y, Merino, perro viejo, si se hubiera tomado ese minuto en el Calderón, también se hubiera dado cuenta de ello.
Isabel Morales
