Dicen que nunca se rinde. Y no se rindió. El Sevilla se marchó al descanso en el St. Jakob Park no sólo por debajo en el marcador merced al gol de Sturridge, sino con la sensación de que el Liverpool era dueño y señor del encuentro y de la final. Sin embargo, algo les tuvo que decir Unai Emery -eso quedará para ese vestuario- que les hizo reaccionar, que les hizo recordar que el sevillista es garra y pundonor, que no da nada por perdido hasta que el árbitro pita el final. Y esas palabras, unidas al aliento de una grada incansable, surtieron efecto. Un minuto después de saltar de nuevo al césped, Gameiro ya había empatado. Remontó Coke, que cerró la goleada poco después. Nadie mejor que el Sevilla encarna el espíritu de superación. La gloria es de los que luchan.
Isabel Morales
