La flor del campeón

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La flor del campeón
El día que Beto, con la yema de sus dedos, envió al fondo de las decepciones el penalti de Nono, y al cielo de Sevilla las ilusiones de un equipo hambriento, quedó claro que el Sevilla vivía aliado con la diosa fortuna. Aferrado a ella ha llegado a Turín, donde busca laureles en su tercera final europea: convertirse en el cuarto equipo (junto a Inter, Juventus y Liverpool) con tres ‘Copas de la UEFA’. El desastroso partido en Oporto,de donde pudo salir golea doy finiquitado, y el milagroso gol de M’Bia en Valencia, donde sólo disfrutó de un minuto de gloria -el que duró la celebración del camerunés-, ratificaron una sensación generalizada: por encima del fútbol está… la fuerza del destino. M’Bia se disfrazó de Palop de la misma forma que Palop hizo de Puerta en Donetsk. Con más casualidades que fútbol, el Sevilla vuelve a estar a un paso de levantar otro trofeo. Escribir que el Sevilla se ha plantado en la final de la Europa League a pesar de Unai sería injusto, pero es obvio que la calidad individual, el hambre de un grupo de jugadores jóvenes que han formado un vestuario sano, y las grandes dosis de suerte han ayudado muchísimo al entrenador.


El triunfo liguero ante el Madrid reportó más daño que beneficio. Un partido como ese, afrontado con el típico planteamiento defensivo de equipo pequeño, se gana en una de cada diez ocasiones, tal como quedó demostrado en la siguiente jornada en Vigo. Sin embargo, desde entonces el Sevilla se ha aferrado a la fea costumbre de arropar descaradamente a Beto y, con esa rácana -aunque eficaz- propuesta de fútbol, y la suerte del campeón, disfrutará hoy de la opción de tumbar al Benfica. ¿Cuántos sevillistas creían que este año vivirían otra final europea? Uno, o ninguno. Sobre Emery debe recaer el indudable mérito que implica trabajar con un grupo completamente renovado; y sobre José Castro haber dado estabilidad a un club que ha vivido en plena temporada el ingreso en prisión de su presidente -Del Nido-. Sin embargo, el Sevilla se ha acostumbrado a deambular por el alambre, a lanzar la moneda al aire y jugársela a cara o cruz. Hoy,
desde luego, nadie espera disfrutar del Sevilla arrollador de Eindhoven, porque aunque los jugadores tienen las mismas ganas de éxito, en nada se parece el fútbol total que practicaba un equipo que adelantaba la línea defensiva al campo rival, con lo que escenifica el conjunto de Emery. Con sus armas, sin enamorar pero con sus armas, el Sevilla va a pisar el césped del Juventus Stadium al compás de los cánticos de una afición que tan poca fe tenía en el fútbol de su equipo, que le ha exigido a los suyos más testiculina que manejo del balón, actualizando el tan antiguo y clásico ‘échale huevos’.


El capítulo afición, desde luego, merece espacio propio, porque el viaje a Turín no es caro, es carísimo, y los seguidores han hecho un gran esfuerzo económico para acompañar a su equipo. Tras una Semana Santa de abril y playa, y una Feria de mayo sin días de abril, las cuentas están como las cajas de esta pobre España, cargadas de facturas pendientes de pago para los próximos diez años por culpa de una clase política que sigue sin renunciar a ninguno de sus privilegios. Con cash, con dinero contante y sonante, han pagado la mejor entrada, el mejor viaje mezclando fútbol y turismo, y el hotel más lujoso de Turín algunos, esos pocos privilegiados que siguen estando en los sitios en los que siempre estuvieron, que mantienen intactas pertenencias materiales e inmobiliarias. Con la misma intensidad emocional lo vivirán otros, pero cuántas fatiguitas para permitirse el lujo de acompañar a su equipo del alma. Una última vuelta para exprimir las tarjetas VISA sin un céntimo más que prestar; las pocas piezas de oro que daban lustre a los pisos de clase media o baja, vendidas al mejor postor; besos y abrazos para esos abuelos y abuelas que han prestado sus ahorrillos a hijos y nietos, ¿qué extremos habríamos tocado ya sin las familias?; anticipos de nómina; año sin camino del Rocío... La ilusión y la pasión del fútbol pueden con todo. Emery, pese a su juventud -42 años- y a sus muchos años en la elite, necesita un triunfo que le encumbre como técnico; también hay jóvenes jugadores aspirantes a héroes en Turín (sólo Fazio estuvo en Glasgow), y sobre todo, una afición que merece el acierto de todos ellos, 9.000 fieles que quieren vivir ‘in situ’ una
nueva gesta para la historia.
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