'Padre e hijo' y una única diferencia

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'Padre e hijo' y una única diferencia
Los ojos vidriosos, las lágrimas contenidas -y a veces derramadas-, las palabras frenadas por la emoción, la templanza en los gestos de agradecimiento de quien se siente en paz consigo mismo y la emoción transmitida a través de su afable rostro le acompañaron de principio a fin durante un conmovedor y merecidísimo homenaje. Don Roberto Alés y el Sevilla F.C. fundieron un día más sus sentimientos para representar conjuntamente la GRANDEZA, la grandeza de la persona y la grandeza del club.


Les acompañó, e hizo aún más emotiva la ceremonia, Don Joaquín Caparrós, otro SEÑOR de pies a cabeza que vivió el reconocimiento a 'su padre' con las mismas miradas de ojos vidriosos, con las mismas lágrimas contenidas -y a veces derramadas-y con las mismas palabras frenadas por la profunda emoción. Don Joaquín pudo lanzar el mensaje que escondía su alma. Le costó. Sus lágrimas escondían algún freno de insatisfacción. Quizás el sentimiento no expresado de una certeza: que su historia en el Sevilla aún está por completar. Por fortuna, pudo más el deseo que la presión del ropaje para enseñarnos en carne viva, sin red, con la valentía que emana de la pura sinceridad, cómo siente y habla un corazón verdaderamente sevillista.


Don Roberto y Don Joaquín. Sólo les separa el lugar de honor que ya ocupa el primero, y el tiempo que tardará el segundo en encontrarlo. Por lo demás, no hay adjetivo calificativo para uno que no venga como anillo al dedo al otro. 'Padre e hijo'. Mensaje transmitido, mensaje recibido, y mensaje que, con la ayuda de la figura de Caparrós, debe quedar grabado en las siguientes generaciones. Ojalá. Disfrutarán entonces los sevillistas del futuro de un club grande en su sencillez, de la clase que emana de las personas humildes, de una institución cargada de auténticos valores.


A Don Roberto y a Don Joaquín se les conoce en Sevilla desde hace muchos años, y en ambos se hacen patentes las tres virtudes con las que el actual presidente, José Castro, definió a Roberto Alés: palabra, humildad y sentido común. Añadiría una cuarta y la pondría en primer lugar porque hace referencia a una cualidad que escasea en el mundo del fútbol: la honradez.


Quienes les han tratado saben que Roberto Alés y Joaquín Caparrós son dos hombres honrados, íntegros, y que en la honestidad de sus actos se encuentra la causa que justifica gran parte de la admiración que los sevillistas les profesan.


Dos hombres de palabra. Personas en las que se puede confiar ciegamente porque cuando dan un apretón de manos, firman un contrato; que cuando expresan una promesa, la cumplen, y ponen los medios para no quedar en entredicho. Por encima de cualquier duda, el honor, la virtud de un cumplidor, la veracidad ganada a pulso. Y dos hombres que aparentan lo que son, ni más ni menos, sin la hipocresía de posturas forzadas.


Para Don Roberto, a disfrutar junto a su familia de su estatus: 'Eterno Presidente' del que todos los sevillistas, sin excepción, se sienten orgullosos. Para Don Joaquín, el convencimiento de que algún día volverá para llenar con su sabiduría y pasión cada vestuario, cada rincón, de su Sevilla F.C.
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