Un mes, desde mañana hasta el próximo 13 de julio (25 días reales de competición), con el esférico rodando por tierras brasileñas para saber si la actual campeona de
Europa y del
Mundo,
España, es capaz de su sumar una
segunda estrella a su camiseta. Tan sólo ocho países pueden presumir de tan insigne privilegio desde que en 1930 se disputara en
Uruguay la primera cita mundialista.
A todos ellos, por la inmensa difucultad que conlleva haber levantado el
‘Trofeo Jules Rimet’ (hasta 1970) o el posterior
‘Trofeo de la Copa Mundial de la FIFA’ (de 1974 en adelante) -esas dos figuras humanas de oro de 18 kilates sosteniendo la tierra-, debemos considerarlos aspirantes.
Brasil (5 Mundiales ganados), por ser Brasil, además de por su condición de país anfitrión y selección pentacampeona. A
Italia (4) por su innato carácter competitivo, aunque comparta ‘grupo de la muerte’ con
Inglaterra (1) y
Uruguay (2).
A
Argentina (2) porque lleva a todo una nación en la mochila y a un futbolista,
Leo Messi, llamado a marcar una época en las grandes citas y a suceder a
Diego Armando Maradona como uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos. Nos quedan
Alemania (3),
Francia (1) y
España (1) para cerrar un cuadro en el que podría haber estado la tres veces subcampeona
Holanda, primer rival de nuestra selección este viernes 13. Aparcados están los complejos de antaño.
España defiende su corona mundial y europea con un vestuario que mezcla la veteranía de aquellos que quieren dar su última gran estocada camino de la retirada
(Xavi, Xabi Alonso, Casillas o Villa), con los que tienen esa mirada ganadora que ha demandado del Bosque
(Sergio Ramos, Busquets, Mata, Pedro o Diego Costa).A los sevillanos nos faltan representantes (salvo
Ramos) para sentir plenamente la emoción que nos transmitió
Joaquín en el
Mundial de Corea y Japón 2002, o más recientemente
Navas, injustamente apartado por
Del Bosque. Será distinto, pero será, en todo caso, un espléndido espectáculo.