Un mito tan grande como el Real Betis

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Un mito tan grande como el Real Betis
- 30/12/14
Decía el entrañable y tantas veces recordado Mariano Martín Benito (periodista grande, siempre en el lugar de los hechos) que a los futbolistas, como personas, sólo se les podía conocer realmente antes de llegar a la elite y después de retirarse; que en cuanto tienen la cartera llena entran en un mundo irreal del que difícilmente pueden abstraerse. Jóvenes y ricos, un cócktel que descentra a cualquiera. Era la conclusión a la que llegaba, con sus inevitables excepciones, quien, con tantos años de ejercicio, había visto pasar a varias generaciones por los mismos vestuarios.

A Rafael Gordillo tuve la suerte de conocerle en su segunda etapa en el Betis y en el año de su retirada en Écija. Ya entonces, y aún en activo, le veía como una de las excepciones a la acertada teoría de Martín Benito. Gordillo era diferente. Transmitía un halo de humildad del que carecían muchos que tenían las vitrinas vacías.

En mi percepción, desde luego, rondaba siempre la historia que de él me transmitió un testigo presencial cuando vivía sus días más gloriosos en el Real Madrid. Ocurrió en el hotel Los Lebreros. Habían acabado la cena los jugadores y se subían a las habitaciones. Gordillo pidió permiso para permanecer unos minutos más en la cafetería con unos familiares y amigos. Chequera en mano, fue repartiendo cantidades, "para que les compréis los libros, comida y ropa a los niños", hasta quedarse sin papel.

Cómo no van a querer a Gordillo en el Polígono. ¡Y en Sevilla! ¡Y en toda España! La anécdota refleja una actitud ante la vida. Gordillo es único. Muy pocos como él. No es el dinero. Es su condición. Lleva dentro un alma generosa. Sólo desde la ignorancia se puede insultar a un mito que está a la altura de la grandeza del club. ¿Una calle? ¡Y una estatua en su Glorieta deberían pedir los béticos, por favor! Él es Betis
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