Emery sabrá mejor que nadie, porque ya lleva muchos años dirigiendo vestuarios con jugadores de máximo nivel, si en la primera parte del partido ante el Celta sus futbolistas quisieron enviarle un mensaje. Mensaje más directo que subliminal porque lo hicieron en casa. Ante 35.744 espectadores ejecutaron, sin ruborizarse, la peor primera parte que ha realizado el Sevilla en Nervión en los últimos años.
Preocupante. Ni huella de un equipo campeón. Sin ideas al crear y, lo más grave, sin ganas de defender. Cuatro carreras impulsivas de Reyes -jaleando a los suyos con los brazos abiertos preguntándoles por qué no corrían- o de Banega -ídem-. El equipo, sin orden ni rastro del amor propio con el que tanto respeto se ha ganado. El repertorio de excusas es amplísimo: calor -el mismo para los dos equipos-, cansancio -esto acaba de empezar-, error de Unai al no rotar el once -pudo tirar del motivado ante su exequipo Krohn-Dehli, de Iborra, Konoplyanka o Llorente-, etc. Pero con todo, y aunque Emery lo negara en rueda de prensa -lógico-, hubo una alarmante falta de actitud corregida en la segunda mitad -tarde-. Unai sabrá. Ya ha demostrado su capacidad para mandar en un vestuario. Pero esa primera parte se sale del guion. ¿Mar de fondo o desplante anecdótico? Emery tiene el timón.
Joaquín Adorna
