MINUTO UNO

Ganan todos

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
4 min lectura
Ganan todos
- Joaquín Adorna
Gana Emery, gana Monchi, gana Castro... gana el Sevilla. Un triunfo vital, necesario, imprescindible para frenar una sangría que venía a convertir la crisis en una tormenta de consecuencias incalculables. Los muy pesimistas, y en el sevillismo hay muchos sevillistas pegados al tormento permanente, al quejío constante, temían incluso por mantener la categoría hasta horas antes del partido ante el Barça.

Está todo por escribir, cuidado. En fútbol no elevemos nada a definitivo, que diría el ‘Maestro’, pero hay tinta para redactar un guion muy diferente al vivido en este arranque liguero. La credibilidad se gana en años y se pierde en un instante que te mata ante la opinión pública. Pero si las bases son sólidas, y Emery se sustenta en estables pilares de años con la carpetita en la mano y sus zapatos pisando campos de entrenamientos y áreas técnicas, no te tumba un viento traicionero empujado por cuatro errores imperdonables para quienes tienen activado en su máximo nivel el espíritu crítico. En sus decisiones honradas, aparecen honrados profesionales que dan la cara. No por Emery, que también, obvio, porque es quien deposita en ellos su confianza. Ponen la cara y se la parten por su amor propio -el ego del futbolista siempre por delante-; por sus compañeros -trabajar con humildad por el bien del resto- y por la entidad y sus aficionados -lo dan todo por un escudo y quienes lo respaldan-. Personalizar acarrea injusticia.

Pero ayer aparecieron, marcando goles y por tanto diferencias, dos nombres propios que merecen unas letras al margen del resto: Krohn-Dehli e Iborra, este último protagonista de lamentables rumores con espacio en los basureros de la desinformación. El triunfo de la honradez. Ante Krohn-Dehli se rinde el más exigente de los aficionados. Verle pelear y sufrir emociona al más frío de los seguidores. A su gol le acompañó el aliento de toda la grada. La celebración de Iborra no pudo ser más expresiva: la liberación que se transformó en frustración, en un cambio inesperado, de quien tiene hambre para liderar y protagonizar mucho más. Y entre los goleadores, uno llamado a anularlos: Sergio Rico. Golpe de confianza. Un chaval al que habría que haber respetado desde antes del partido de ayer. Internacional absoluto que cuenta con el apoyo y el cariño de Del Bosque, padre para muchos pero, sobre todo, profesional de máximo nivel que no está en condiciones de regalar nada. Un portero de la casa, humilde y trabajador que, sin embargo, vive en un examen permanente. Ayer lo aprobó con matrícula de honor. También su equipo.

Aire para respirar. Parón liguero para reflexionar y poner a cada cual en el marco que le corresponde. Emery tiene el suyo. Plagado de espinas. Pero también de méritos indiscutibles que le dan vidas pisando un camino minado. Y el crédito de quien se mueve por criterios manchados. Manchados... de honradez.
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