Opinión: Minuto Uno

Nada en el paladar

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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Nada en el paladar
- Joaquín Adorna León (20/12/2015)
Cero. Nada. Casi nada que llevarse a la boca. Para empezar, el lamentable gesto de los sevillistas faltando al respeto al minuto de silencio en honor a los policías fallecidos en Kabul. A gritos necios, oídos sordos. Pasado el mal trago, ambientazo. Cincuenta mil sevillanos en el Villamarín... y poquito más. La magistral falta de Reyes en la prolongación, un par de detalles del eléctrico Konoplyanka, otro par de cositas de Banega y de Dani Ceballos, la autoridad física de Krychowiak, algunas triangulaciones del Sevilla en la salida del balón, dos intervenciones decisivas de Adán y pare usted de contar. A falta de fútbol y de goles, el derbi nos dejó unos cuantos rifirrafes entre los contendientes y mil veces repetido el himno del Betis después del pitido final, musiquilla para olvidar el sabor amargo de una tarde-noche de fútbol que prometía grandes emociones y deparó una gran decepción. ¿Y para qué tanta insistencia repitiendo el himno? Sonó a antiguo método ´loperiano´ para acallar bocas. Sistema arcaico y con aires dictatoriales también utilizado recientemente por Florentino Pérez en su particular ´derbi´, llamémosle correctamente clásico, tras el 0-4 encajado por el Madrid en el Bernabéu ante el Barcelona. Lamentable e innecesaria insistencia buscando aceptación tras un empate que al Betis le puede saber a gloria teniendo en cuenta que lo obtiene ante un eterno rival que le triplica en presupuesto. Mel y Emery apostaron por no arriesgar para evitar exponerse a heridas incurables. El técnico del Betis se limitó a defender, a tapar a Banega y el fútbol creativo del Sevilla, y su equipo no inquietó a Sergio Rico en ningún momento. Mel tiró por tierra sus argumentos verbales de equipo con posesión, con capacidad para llevar el peso del partido, y se agarró al punto con tanto miedo como respeto al rival. Emery, tres cuarto de lo mismo. Con dos grandes diferencias. De él, nadie espera un fútbol vistoso para llegar al resultado que, en contadas ocasiones, encuentra a través de un extraordinario fútbol total. En la segunda diferencia pierde más que gana: el entrenador del Sevila puede y debe exponer mucho más porque tiene a jugadores con mucha más calidad. Esa calidad, sin embargo, sólo se dejó entrever en algunas fases del partido. Pero se echó en falta en el arte final, el que cuesta millones de euros: la definición. Con Bacca el Sevilla, quizás, habría ganado 0-2, o al menos por la mínima si Gameiro hubiera aprovechado alguna de las dos que tuvo ante un magnífico Adán (arranque de la primera y de la segunda parte). Al Betis lo sostuvo un Petros a quien alguien debería haberle prohibido jugar con guantes la primera parte. En la segunda algún avispado le leería la cartilla. ¿Brasileño? Con guantes no se cazan ratones en este otoño que ya abre las puertas al invierno. También parecía brasileño un argentino: Banega con pinta de Renato. Y Van Wolfswinkel, en vez de Ricky podría llamarse Dani, el del gol al Chelsea. En la jornada de reflexión apenas votó el Villamarín. El Sevilla supo esconderse, alejarse para evitar la mordida de un Betis con muchas cuentas por saldar. Los de Mel buscaron la debilidad de Kolo, quien llegó a parecer bueno en ciertas acciones dentro de la mediocridad. El lateral convertido en dubitativo central volvió a dar la de cal, y la de arena. De él poco se espera. Más ilusiones hay depositadas en Ceballos o en Konoplyanka. El primero, se pierde en guerras absurdas. Debe pararse porque le van a tomar la matrícula. El segundo lo tiene todo para triunfar, pero conectar con Sevilla no es fácil y ayer dejó escapar la posibilidad de meterse a la afición sevillista en el bolsillo. Quedan tres derbis más. Dos en Copa y la vuelta en Liga. El primero murió, y nos dejó sin nada en el paladar.
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