Minuto uno

Cristiano: el niño violento, el abuelo desinhibido

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
3 min lectura
Cristiano: el niño violento, el abuelo desinhibido
- Joaquín Adorna (26/01/2016)
Cristiano Ronaldo ha perdido la inhibición. Actúa como esos abuelos o abuelas que con nada que perder en una vida carente de alicientes, sin más futuro que esperar una dulce despedida, se transforman en personas deslenguadas, groseras, atrevidas? personas mayores desencantadas que pierden la vergüenza y dicen, o hacen, barbaridades delante de menores o en el lugar público más inoportuno. Con 31 años, los que cumplirá el 5 de febrero, Ronaldo ya no es aquel niño maleducado que fue expulsado de la escuela por lanzar una silla a un profesor, agresión que justificó diciendo que le había "faltado al respeto". Cristiano superó con creces la crítica etapa adolescente y esos cambios hormonales que a más de uno le hacen perder la cabeza. Cristiano ya no es aquel que, un mes después del fallecimiento de su padre por alcoholismo, fue arrestado como sospechoso de violar a una mujer en un hotel de Londres, incidente del que quedó sin cargos por falta de pruebas. Ya es padre, tuvo un hijo en 2010, aunque mantiene en secreto el nombre de la madre. Sólo por ser un ejemplo para su hijo y para los miles de niños que ven en él un modelo a imitar, Cristiano debería actuar con la mesura, con la sensatez, que el club para el que juega y las normas de la competición en la que se mueve deberían exigirle. Pero es incapaz de contenerse porque él se siente el ´number one´, otro Mourinho de la vida, otro, con perdón, ´puto amo´. Como esos abuelos descocados, Cristiano es incapaz de controlar sus impulsos violentos en un campo con cincuenta mil espectadores, en un escenario plagado de cámaras que transportan a medio mundo su imagen y sus actos, lamentables por quinta vez. Ha perdido el pudor, el recato, las buenas formas y va camino de los cuarenta, que llegan en nada, volando. Seguramente, a sus años, difícilmente va a encontrar el más mínimo punto de humildad en su conciencia para reconocer que está equivocado. Vive endiosado y más que culpa, encontrará mil formas para auto-engañarse, para justificarse. Descarten cualquier posibilidad de cambio. La responsabilidad, obviamente, es suya, pero también de quienes mantienen sin sanción cinco cobardes agresiones a cinco compañeros de profesión. Y miles de niños, y su hijo, ese hijo que como todos quiere sentirse orgulloso de papá, mirándolo todo: las agresiones y su correspondiente impunidad. Así nos va.
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